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Hace dos semanas os contaba en un artículo la muerte de un hambriento.Ésas cosas ocurren de verdad, no son mera estadística. Desgraciadamente
yo soy testigo de ello. ¿Qué os parece si le rendimos homenaje a ese niño y
le dedicamos unos versos? Nadie lo hará en mi lugar si no le consagro unos
minutos. Creo que merece la pena. Todo lo que hagamos por los más
pequeños lo hacemos por Jesús, nos cuenta Mateo en su evangelio. El niño lo
merece, como lo merecen los que día a día mueren anónimamente sin que
nadie los tenga en cuenta, por la guerra, por el hambre, por la falta de
medios.
Sirva este poema –más allá de su calidad- como homenaje a todas las
víctimas inocentes; en lenguaje cristiano, a todos los crucificados en los
cada vez más numerosos calvarios que se siguen levantando, particularmente
en suelo africano. Muchas veces nos encogemos de hombros sin saber qué
hacer ni qué decir. Al menos aprendamos de ellos, de su sencillez y de su
mansedumbre. |
Ojalá que esta vez nuestra conciencia se vea sacudida. ¡Ojalá
que un pellizco nos agarre el estómago y nos haga despertar de la modorra
en la que muchas veces estamos! Es un primer paso que inaugura la profecía,
la lucha por la justicia, la creencia de que en el nombre de Jesús son
posibles muchas más cosas de las que hacemos, que nuestra aportaciónúnica, irrepetible, construye Reino, su Reino, que podemos dar de sí más de
de que imaginamos, sobre todo si lo hacemos juntos.
Niamey a 4-2-14. Un abrazo siempre fraterno: Paco, sma.
A BUBAKAR
Soy testigo de un naufragio,
de una mirada que tiembla,
de un niño que muere.
Toda la civilización hace aguas.
Suenan más los disparos
que el rumor del aire.
Los sueños siguen siendo sueños
en un rincón solitario del olvido.
Hemos de mantenerlos firmes
frente a toda desesperanza,
hemos de avivarlos
con la urgencia que exige
“el signo” de un tiempo
que mata a tanto inocente.
Toda la civilización hace aguas.
Una mirada tiembla
por lo que nunca tuvo:
la oportunidad de un mañana,
de una vida con canciones,
de unas canciones con vida,
de un porvenir legítimo
que el hambre le ha negado.
La bofetada de la muerte
ha sido demasiado severa
para sus expresivos ojos
de tan sólo ocho años.
Bubakar se ha ido,
pero nos queda su clamor,
y a mí la bendición que me dejó
al acariciarme la mejilla.
La ternura tiene futuro
porque hay muchos “Bubakar”
que toman rumbo a la VIDA
denunciado silenciosamente
lo que “los poderes” les niegan.
¡Que su alma y la de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios,
descanse en Paz!
SEGUIMOS EN CONTACTO LATIENDO AL RITMO DEL CORAZÓN DE
LOS MÁS POBRES. |